sábado, 29 de enero de 2011

´Barranca, Barranca´

Me tocaba ir de viaje, alisté mis chivas, me cambié de calzoncillo y me empujé un pan con tamal para aguantar el largo trayecto. No puedo decir que me peiné porque no hay nada en la parte superior de mi cuerpo que pueda acicalar con las duras cerdas de un cepillo para el cabello, igual, reluciente de la punta de la cabeza hasta las hebras de mis zapatos salí hacia el terminal de buses.

En Lima reina el caos así que el terminal de buses está en plena carretera Panamericana, al frente de algún supermercado. El viaje era corto y no había necesidad de llevar maletas, sólo lo necesario en el bolsillo para poder regresar y no morir de hambre.

El objetivo del viaje era hacer unos papeleos engorrosos para obtener unas boletas de pago de unos honorarios adeudados a una de mis madres, sabía de antemano que me esperaba hacer largas colas para retirar los documentos, otras más para que me los sellen, pelearme con algún notario para que se apure en fedatearlas, más colas para devolver los documentos y un ticket hecho a mano para cobrar el dinero. Eso me tenía a mal traer, sabía de antemano que la pasaría mal, así que salí de casa sin paciencia, sin cabello, con calor y renegando.

Esperando en el informal terminal estaban conmigo algunas personas cargando unas gallinas vivas, por lo que supuse que lo más probable fuera que el viaje sea un largo cacareo emplumado y algunas deposiciones impertinentes, lo peor es que era mucho más probable que todo eso ocurra en el asiento de al lado.

Luego de una hora esperando de pie apareció la 12 haciendo su nueva ruta interprovincial. Era hora de abordar pero antes se tenía que cumplir con el ritual de hacer el llamado respectivo del cobrador, quien en su pregón me dedicó algunas palabras colmando por fin mi paciencia y haciéndome estallar con sorna metodológica:

- Barranca, Barranca, pelado, Barranca, calvo, barranca, Barranca, cabeza de rodilla, Barranca, Barranca… ¿habla vas?

- Si voy ¿pero pasas por la reconchadetumadre?

lunes, 24 de enero de 2011

Casi, casi

Se creía que era una broma, pero desde los parlantes del bus se oyó la siguiente historia narrada por un comentarista deportivo:

Perú organizó el mundial pero este partido lo jugó fuera de casa. Arequipa fue la sede para enfrentar al poderoso equipo venezolano, 5 veces campeón mundial de la categoría sub 20.

Nuestra selección presentó a sus mejores cuadros, el “Orrantia” de Szyslo, “India Desnuda” de Sérvulo Gutiérrez y “Frailes” de Víctor Humareda, entre los jugadores destacaban dos de Once Amigos de Paramonga y uno flaquito de Tablada, que si Perú hubiera logrado clasificar sería defenestrado porque nica tiene menos de 20 años.

Venezuela siempre saca a relucir su estampa de quíntuple campeón consecutivo y nunca se sobra, siempre es humilde, nunca es soberbio y tienen una meta firme cada vez que juegan, como lo dice su slogan: “arriba, siempre arriba”, frase que nos la arrebataron porque nunca la patentamos. Pero así es este grandioso equipo venezolano, jugadores que juegan juntos desde hace 10 años, debutaron sin que aún le salgan pelos entre las piernas y se coronaron campeones del mundo cuando los jugadores de otros equipos hasta hijos tenían.

El partido comenzó parejo, Perú se le plantó al frente con lo más matizado y sin temor, logró dominar el balón y la repartió inteligentemente negándole así la posesión al equipo llanero, parecían todos inspirados, se les notaba motivadísimos, tuvieron una precisión escalofriante, la seguridad se volvió un baluarte, parecía que estos muchachos desayunaron destreza, llevaban tatuados el símbolo de la perfección, todos fuimos testigos de estos 30 segundos de glorioso fútbol que exhibió nuestro equipo bicolor.

A los 31 segundos de haberse iniciado el partido, Venezuela recuperó la pelota, la rotó lentamente, la tocaron los once que estaba en la cancha y a modo de intimidación el arquero se sumó al ataque, inició una jugada individual él solito, se llevó a todo el mundo y quedó mano a mano frente al arquero, pero ya lo dijimos, este equipo no es soberbio y el portero tuvo un momento de arrepentimiento y decidió regresar a su arco sin fusilar a nuestro guardavallas, pero el muy vivo se la dio a un delantero, el mismo que tiene el impresionante record de tan sólo 5 tiros herrados y 350 goles por la camiseta vinotinto.

Estaba cantado, iba a ser gol, pero alguien de la tribuna gritó: ¡Chávez ha muerto! Y la historia cambió. El artillero en mención se quedó petrificado, no lo podía creer, estaba atónito, absorto, fuera de lugar y lo mismo sucedió con los otros diez jugadores, todos olvidaron el partido y se reunieron en el centro del campo para celebrar, se sentaron a conversar, querían que el partido termine para ir a emborracharse por primera vez en su vida, estaban tan contentos que se besaban entre ellos.

Los peruanos, que al principio habían quedado tan perplejos como los venecos, tomaron el poder del balón y se fueron con todo al arco contrario, la tocaron, la lanzaron, la distribuyeron, avanzaron y avanzaron y en el momento en que se disponían a traspasar la línea de la media cancha terminó el primer tiempo.

Cuando regresaron después del descanso, el partido se reanudó con tan sólo 8 jugadores venezolanos, ya que al resto se les declaró en estado de éxtasis y no pudieron regresar al campo porque fueron trasladados a una clínica local. Esta vez sacaron los llaneros, pero inmediatamente Canevo se robó el balón y se fue con todo, él solito hasta la portería rival mientras que sus compañeros imitaban el sonido de un patrullero detrás de él, nadie lo vio más, sólo el árbitro pudo advertir que había dejado el balón dentro del arco venezolano y lo vio clarito porque no había ni defensa ni arquero. Golazo peruano.

Por primera vez en la historia un equipo peruano estaba adelante en el marcador frente a la poderosa escuadra venozalana y aunque esto malograba el récord de los rivales, felicitaron a los que quedaron en la cancha porque Canevo ya no estaba.

Se reanudó el juego pero los venezolanos estaban tan contentos que regalaron el balón a los peruanos, estos se lanzaron nuevamente al ruedo en busca de alargar el marcador, nuevamente hicieron gala de lo que pudieron y así transcurrieron 44 minutos y recién pudieron encontrarse a tiro de gol y ahí mismo, cuando la iban a empujar el entrenador venezolano, a viva voz, les dijo a sus dirigido: ¡chesu, no estaba muerto, el diablo nunca muere!

Por arte de magia apareció un defensa vinotinto, se la quitó al delantero peruano, la llevó a toda velocidad a nuestra portería, cedió un pase perfecto al arquero y esta vez no tuvo piedad y la clavó en un ángulo. Gol de Venezuela.

Cuando Perú realizó el saque de reposición el árbitro dio por terminado el partido, los venezolanos lloraban porque por ese empate algún miembro de su familia desaparecería esa misma noche, los peruanos lloraban de alegría y emoción y la tribuna totalmente llena, porque nadie se pierde un partido contra Venezuela, comenzó a tirar piedras contra los peruanos, recordemos pues que eran arequipeños. Mientras todos esquivaban la lluvia de rocas los micrófonos de los reporteros lograban captar la algarabía peruana y algunas palabras del entrenador nacional: casi, casi le ganamos a Venezuela, hoy es un día glorioso e histórico, ahora ya puedo morir tranquilo.

Se comunica a todos los fanáticos deportivos que la FPF ha programado un merecido reconocimiento a la trayectoria del coach peruano en la sede del Palacio de Gobierno y sus posteriores exequias en el cementerio El Ángel, descanse en paz.

domingo, 23 de enero de 2011

Cof Cof

- Oiga señor, apague su cigarro, hay niños a bordo

- ¿Qué cosa? Oiga señora soy el chofer, no joda, yo no apago nada, si quiere que lo haga venga acá y traiga su bocota que necesito cenicero.

Inmediatamente, a la primera protesta se le unieron más voces de desacuerdo.

- Carajo, si no les gusta el humo se me bajan ahoritita mismo que yo soy el chofer Pacheco y a nadie le aguanto un queco.

- Malcriado encima, le damos de comer y se pone faltoso.

- Dame de comer a tu hermana.

Inmediatamente, a la última voz de protesta se le sumó un somero puñetazo en la sien del chofer haciendo saltar los lentes que llevaba puestos. El bus se detuvo en seco.

- Ya, ya, ya, no es necesaria la violencia, si yo insulto, insulten nomás pe, pa que pegan, duele carajo… por la… ¿alguien ha visto mis lentes?

- Váyase a la mierda.

Inmediatamente, a esta sentencia se le unió un desfile de inconformes pasajeros que bajaron en fila india.

- Carajo, si sólo es un cigarrito, por eso no me van a pegar ni se van a bajar, no pues, yo sólo quiero fumarme uno, no aguanto la angustia pe, tamare.

Inmediatamente, luego de las últimas palabras del chofer y antes que se disipe el humo dentro del bus, le llegó la certeza que por malcriado y vicioso, se había quedado solo.

miércoles, 19 de enero de 2011

Rocas

El chofer de la 12 cogió su roída cinta magnetofónica, lo empujó dentro del reproductor aún más roñoso que el casete y subió todo el volumen que los parlantes del bus le permitían soportar. La música de los 80 comenzó a sonar.

El rock en castellano más emblemático de hace tres décadas se decantaba por los pies de los pasajeros, obligándolos, casi totalmente en contra de su voluntad a dar de tacones sobre el piso. Simulando el tamborilear de la batería, la divulgación del compás pronto se hizo masiva y nadie pudo dejar de seguir el ritmo.

De pronto el cobrador anunció:

Hoy celebramos el cumpleaños de Mustango, alguien a quien queremos mucho y por él vamos a brindar.

Las cervezas heladas se repartieron entre todos, los que sin querer y en contra de su voluntad, no podían bajar, tampoco saltar por la ventana, menos dejar de mover la cabeza en un gesto afirmativo adelante y hacia atrás, meneando el cuello sin parar. Sin entender lo que sucedía, a pesar que ya sabían que Mustango estaba de cumpleaños, el frenesí se había apoderado de sus sentidos y unas locas ansias de tomar, sed que les resquebrajaba la garganta, los impulsó a libar.

Las cervezas comenzaron a bullir por todos lados, el chin de salud no se hacía esperar, licor más licor es igual a borrachera y borrachera es igual a desinhibición así que ya por lo menos dos muchachotes le estaban haciendo el baile del tubo a media multitud, las chicas se habían desabrochado las blusas, una viejita ayudaba al chofer con la palanca de cambios, el cobrador animaba a la vez que destapaba más cerveza y al fondo, tal vez ayudados por algún paquete ilegal iniciaban un rictus celestial con la certera convicción que por primera vez sucedería un caso sin igual: engendrar un pasajero nuevo sin necesidad de invitarlo a subir.

Era un juergón, con sexo, drogas y alcohol, tal como Mustango siempre soñó, por lo que era hora de hacerle la presentación. A esto el cobrado dijo:

Llegó la hora de saludar a Mustango, todos por favor dense vuelta y miren por la ventana, ahí está nuestro agasajado, totalmente borracho corriendo detrás.

Feliz cumpleaños Arturo!

martes, 18 de enero de 2011

No voy en tren, voy en bus

Podríamos ir a pie, remontarnos a la gloriosa época descontaminada en donde las travesías se hacían a dos calancas, patacala nomás, o sea desnudos de las pezuñas. Pero no, se corre el riesgo de ser magullados por el parachoque de un bus, así que mejor nos subimos en él.

No voy en tren porque tren no hay, había, sí, había pero ahora eso se limita a cargar metales al borde del Río Rímac. No voy en tren aunque hace tiempo que quiero subirme al eléctrico, sigo renovando mi DNI y votando por mis presidentes (por ahora de la república) y hasta hoy no puedo subirme al tren. Cuando se haya terminado de construir vamos a tener tantos problemas de abastecimiento de energía eléctrica que sólo estarán destinados a viajes turísticos, una especie de volver al pasado, de travesía por el túnel del tiempo, de regresión histórica.

Voy en bus porque no tengo auto, quiero tener, sí, pero la paradoja es simple, si tengo auto contamino y si contamino no podré viajar en tren, premisas para decir a lo bestia que si tengo auto no podré viajar en tren porque tengo auto, ya para qué el tren. Alguna vez me traté de inocular la idea de que no tengo carro porque viajo en bus, para darle la contra a la premisa y evitar la paradoja, pero comencé a ir caminando a todas partes, por todos lados, apuntalándome la enajenada idea de tener vehículo motorizado para mi solito. La verdad, con toda esta lógica a cuestas, lo que sucedió es que nunca llegué muy lejos, no sin cansarme.

No voy en tren porque voy en bus, voy en bus porque no tengo auto, no tengo auto porque no tengo el dinero suficiente y así de simple se soluciona el problema con el dichoso carro, claro está que algún día voy a tenerlo, para que la viejita se sienta orgullosa, para que la vecina me salude, para dejar de tomar alcohol, para comprarme un arma de fuego, para meterme las más monumentales borracheras de mi vida con los mecánicos, para ser carne de desprecio por parte de los ecologistas, para tener donde dormir cuando me falte para pagar el departamento.

Pero por ahora no voy en tren, voy en bus, en bus voy al centro cultural, en bus voy a hacer mis diligencias laborales, en bus voy a la playa, en bus voy a encontrarme con la chica afanada (que pone mala cara cuando ella también va en bus), en bus voy a jugar campeonatos fallidos, en bus, un día de estos, cuando éste no tenga Soat, me voy a ir a la mierda.

Tampoco voy en bicicleta porque es lo mismo que caminar, ni en moto que es lo mismo que andar en bicicleta y casi como en auto. A veces voy en auto, pero no es mío, tampoco de un amigo, es de una persona que no tuvo mejor idea que ir manejando por todos lados mientras te lleva a tu destino y con un cálculo booleano, te cobra por obligarlo a contaminar Lima.

Voy en bus porque es lo que hay, voy en bus porque me mezclo con mi pueblo, porque termino oliendo a él, voy en bus porque el Metropolitano está bonito. Voy en bus porque sin ese acto de pura voluntad masoquista, este espacio no existiría.