jueves, 22 de enero de 2009

Casi

Abelardo se había quedado dormido sin dejar de aferrase a sus pertrechos románticos, un sacudón lo sacó del sueño, una joven mujer lo estaba zarandeando mientras le decía cosas que él, por el letargo, no podía entender. “¿me puedes dar tu asiento?” preguntó la desconocida con total descaro, Abelardo accedió sin terciar palabra.

La mirada de la muchacha era fuerte y ponía incómodo a Abelardo, no le decía nada, solamente se le quedaba mirando por largos momentos y únicamente desviaba la vista cuando la 12 se detenía bruscamente, luego volvía a la rutina de observarlo detenidamente. Minutos más tarde el pasajero de al lado descendió del bus dejando libre el asiento, ella lo invitó a su lado.

Abelardo dudó por un momento, ella lo intimidaba un poco pero le causaba curiosidad saber la identidad de la chica misteriosa que se había dado la tarea de no perderlo de vista, finalmente tras un suspiro escondido se sentó a su lado, ella le sonrió.

“Hola, me llamo Yanil, acabo de llegar de Nueva York porque comienzan mis clases en la universidad, me fui a trabajar por el verano” La contundencia de su presentación impresionó a Abelardo y lo envolvió en un aura de confianza, sabía que no había nada que temer, que tal vez sería una conversación placentera y le alegraría el viaje. “yo soy Abelardo, mucho gusto, acabo de llegar de mi casa porque me tenía que subir a este bus, me voy hasta Canto Grande a trabajar por el futuro” Yanil no entendió nada y tampoco le importó, aunque luego reconoció que esa exposición le pareció agradable y graciosa.

Comenzaron a conversar sobre las cosas que hacían, lo que les gustaba, lo que más sabían, hablaron sobre el problema de la educación en el país, sobre lo terriblemente mal preparados que estaban los maestros y también sobre cosas mundanas y temas sin importancia, comentaron la última película que vieron y la última canción que escucharon, ella le contaba las mil aventuras que había vivido en el extranjero y él encaminaba la conversación hacia cualquier otro tema hasta que lo interrumpió el comentario que se encargaría de romper el débil hielo que aún existía entre ellos: “¿y esas flores? Ya se, no me digas, te levantaste hoy en la mañana con la certeza de que conocerías al amor de tu vida en un bus y compraste las flores y el globo para no perder el tiempo y confirmar lo que soñaste anoche… y mira pues como son las coincidencias, yo debo haber tenido el mismo sueño, porque acabo de conocerlo” Abelardo quedó pasmado, atónito ante la mirada profunda de Yanil y esa gran sonrisa que le embellecía aún más el rostro, no supo que alegar y prefirió evadir la responsabilidad de tener que responder con alguna palabra sensata o un acto adecuado, sólo atinó a cerrar los ojos mientras negaba lo que estaba sucediendo y que ella pronto bajaría y se acabaría el bochornoso suceso.

Con los ojos cerrados y aferrándose a la imagen del rostro de Alicia, Abelardo soltó una frase que terminó siendo interrumpida: “deberías hacer algo con esa imaginación tuya…” no pudo continuar porque Yanil le tapó la boca con la suya, él le correspondió el beso mientras una sensación de amnesia se apoderaba de sus sentidos y olvidaba el motivo por el cual se había subido al bus. Lo único que recordaba era la frase premonitoria de la chica desconocida que se aferraba a él como si fuera el hombre que siempre quiso y ahora temía dejar ir.

A ella se le notaba feliz, revoloteaba por el pasillo haciendo maniobras acrobáticas mientras le contaba a cada uno de los pasajeros que se había enamorado y que estaba dispuesta a llegar al matrimonio con Abelardo “porque es el hombre que me ha hecho la mujer más dichosa sobre este bus”, cantaba sin pedir nada a cambio e invitaba a todos a su feliz boda con partes matrimoniales confeccionadas por ella misma. Saltaba sobre los asientos, se colgaba de las barandas, sacaba el rostro por la ventana y mientras el viento jugaba con su corta cabellera gritaba a todo pulmón la alegría que la embargaba. Dando brincos llegó hasta el chofer y le sonruió mientras le rogaba que se desviase del camino hacia la iglesia más cercana para finiquitar su sueño y patentarlo ante Dios, luego, ensayando una danza nupcial, se volvió hacia Abelardo y lo invitó a bailar, él accedió a regañadientes.

La idea no lo atormentaba, hasta le parecía buena, casarse de una vez, tener hijos, formar una familia, después de todo Yanil parecía una buena mujer, era encantadora, linda, culta y estaba en muy buena forma, le parecía desesperadamente tierno lo que ella estaba haciendo y decidió compartirlo por un momento y no fue tan incómodo como pensaba. Aunque no se atrevía a revolotear por todo el autobus, se deleitaba con la idea de lo que podría suceder luego.

La 12 estaba a unas cuadras de la iglesia y los pasajeros ya adornaban el pasillo con lo que traían encima, cuando ensayaban el coro nupcial el bus se vio obligado a hacer una parada; un policía lo detuvo porque le pareció fuera de lugar lo que estaba sucediendo dentro, nunca antes en toda su carrera de subalterno había visto una ruta comercial llenarse de colores y luz a medida que iba avanzando.

El tema no le importó a Abelardo, creyó que era pura rutina y pronto pasaría, el resto de pasajeros tomó asiento denotando una profunda preocupación y cada uno de ellos parecía lamentar lo sucedido por el cariz diferente que este evento le daría a las cosas.

El Sub Oficial de Primera subió por la puerta delantera y lo primero que observó fue el rostro de Yanil y Yanil el del sub oficial, con un gesto prepotente mandó callar a todos, todos callaron. El silencio subió, tomó asiento, pagó su pasaje sin protestar, observó a Abelardo y con el dedo índice sobre sus labios le sugirió no decir nada; Abelardo accedió mientras observaba impávido como su amada se arregló el improvisado vestido de novia, cogió las manos enormes del policía y descendió de la 12 sin siquiera despedirse; todos observaron como se montó sobre la patrulla motorizada y segundos después ingresó a la iglesia con Yanil y el guardia sobre ella.

Abelardo Sánchez Natividad se llenó de ira e impotencia, se incorporó de su asiento, dio dos pasos y se ubicó frente a la puerta, bajó tres escalones y estando a punto de salir del bus descubrió nuevamente el ramo de flores y el globo metálico enfundados en su palma derecha, recordó que nunca había dejado de aferrase a ellos, un suspiro antecedió una sonrisa y feliz de la vida se sentó nuevamente como si nada hubiera pasado.

La 12 retomó su camino original y aceleró rumbo a su destino.

1 comentario:

Mustango dijo...

asi son las mujeres cuando menos lo esperas se te tiran encima y cuando ya te estas acostumbrando saltan encima de una moto cualquiera, le invitan chicle, galleta y se van como alma que lleva el diablo.

Lo peor es que depues de años vuelven y te dicen: "¿te dolió?