viernes, 20 de marzo de 2009

Paradero desconocido

No estaba de humor para seguir cargando flores y globos condenados a nunca ser entregados, no estaba dispuesto a seguir maltratando las palmas con los espinosos amarres decorativos, tampoco quedaban muchas ganas de soportar los miramientos, los celos, los maltratos, las desesperanzas y la ilusión destruida en medio de continuos apagones terroristas.

Al bus se han subido ladrones de carreteras, monstruos de ultratumba, pasajeros indolentes que te ilusionan con su compañía y luego te abandonan cerca a la casa de Dios, sufridas mujeres que prefirieren matar su vientre en vez de dejarte enseñar a caminar, esposas con crédito madrugador que atestiguan ataques de demonios y duendes, amigas por montones que sólo quieren estar a tu lado a cambio de silencio, paciencia y resignación.

Las prohibiciones no sólo figuran en la señalización, no pases, no cruces, no des vuelta en U, no te detengas en paraderos informales, cuidado zona escolar, no adelantar, no ir a más de 60 kilómetros por hora, no lo hagas, no dejes de hacerlo. También están dentro de la 12, no me mires, no me llames, no vengas, no llegues tarde, no te quedes dentro, no te sientes, no te pares, no lo hagas, no dejes de hacerlo.

También desde fuera y en carteles publicitarios gigantes, una mirada de ojos pequeños te desnuda y regresa a la realidad cuando te lanza la mano, te aprieta el corazón y de modo imperativo te exige no tener esperanzas, detenerte a media cuadra, bajarte e irte a rebuscar en lo que te quede de pasado, aquella sobra de amistad.

“El mejor recuerdo que tengo de ti es tu ausencia y quiero que siga siendo así”. Brutal sentencia que debió dejar la huella apretada sobre el asfalto, una muestra fósil y prematura del undécimo mandamiento.

El bus se ha detenido, el paradero es desconocido, no hay chofer, no hay pasajeros, no hay esperanzas, las sentencias se leen por doquier en las calcomanías rutilantes pegadas sobre el óxido del metal y recuerdan hasta a la letra de una canción “amigos para que maldita sea, a un amigo lo perdono pero a ti te amo”. La ventanilla se opaca impotente frente al sudor de la frente y la cadencia de gemidos lacrimógenos, ahora peor, es más difícil reconocer si el fulgor amarillo fuera del bus es el derrotero hacia el mago de Oz o se trata de la luz del semáforo que señala, una vez más, no tener la seguridad de continuar o detenerse.

jueves, 5 de marzo de 2009

El extraño caso del bus oscurecido

Las sombras de los gallinazos que sobrevolaban el cielo limeño se confundían con el asfalto de la Avenida Abancay, espesas manchas aladas se iban fundiendo sólo para incrementar su tamaño a escala descomunal y cubrirlo todo; de a poco el ya enrarecido firmamento capitalino se enlutó hasta el negro más intenso, la oscuridad llegó como si aquellas aves carroñeras avanzaran galopando sobre azabaches corceles mientras picoteaban sus crines putrefactas.
El sistema fotosensible de las luces de la ciudad se activó y los inmensos reflectores colocados en lo alto de los postes se encendieron. El esfuerzo tecnológico en pos de una buena iluminación estaba muy por debajo del esfuerzo mecánico de los ojos para ver con claridad lo que les circundaba, la media luz permanecía aunque ahora con una casi nula intensidad.
Abelardo y sus ocasionales acompañantes veían poco o nada más allá de sus miradas, sólo eran tangibles al sentido ocular otras oscuridades más intensas que la de la avenida, sombras sigilosas se adivinaban por las ventanas; el bus avanzaba lentamente, tanto como le permitían sus faros sin revisión técnica.
El silencio también era crepuscular, se había acoplado perfectamente a la negrura que cubría la ciudad y no dejaba adivinar las formas de quienes producían atisbos de sonido allá afuera ni siquiera dentro, todo parecía gutural y onomatopéyico, roñoso y primitivo. Alguien, de pronto, lanzó un alarido en si la fa sol sostenido.
Mientras duraba el grito con desgarro muscular, acuchilló tímpanos cerosos, espantó corazones nerviosos, apuntaló fantasmagorías en los sesos sensibles y fragmentó la hipotética calma hasta el momento mantenida. Nadie pudo adivinar el lugar exacto del epicentro, si dentro o fuera del autobús, ahora todos temblaban.
Mientras la cordura imploraba calma, un sonido seco abolló el techo del bus, Abelardo cogió por el brazo al vecino de al lado, el vecino de al lado apretó los dientes, Abelardo se pegó al vecino de al lado, el vecino de al lado se esfumó por la ventana. Algo, una sombra, un enigma, un ser de fuertes extremidades lo había halado fuera del bus dejando la sensación de soledad suprema en Abelardo Sánchez Natividad.
Los siguientes acontecimientos se atropellaron entre si, una sucesión de eventos comenzaron a ocurrir al unísono, varios gritos fueron apagados espontáneamente tan pronto como comenzaron, todo ello seguido por el trastabillar de cuerpos pesados sobre la carrocería del bus, el chofer presionó el acelerador tanto como le dieron las fuerzas, varios cuerpos sucumbieron a la inercia y se derrumbaron en el pasillo, de bruces, de espalda, de cabeza, unos contra otros, apretándose, abollándose, crepitándose los huesos, vulcanizando sangre.
El bus comenzó a bambolearse de izquierda a derecha y de derecha a izquierda repentinamente golpeado por los costados, cuerpos voluminosos se apeaban al metal y por las ventanillas introducían sus manos, sus garras, tratando de coger a alguien; los que aún quedaban en pie o sobre sus asientos apartaban los tentáculos cerdosos del modo como podían, mordían, empujaban, arañaban, se les desgarraban trozos de carne y algunos bultos abominables caían a la acera con pedazos de sus víctimas entre los dedos. Abelardo sólo había sufrido la pérdida de algunos vellos del brazo y un botón de la camisa, trataba de mantenerse en el medio, trataba de no ser alcanzado.
No pasado mucho tiempo, las escasas luces sobrevivientes dentro de la 12 tintinearon y terminaron de apagarse, lo mismo sucedió con los faros y los postes, parecía que la tiznada oscuridad había copulado con la vespertina penumbra, todo se tornó de color negro absoluto. Con el apagón final devino la parada del bus y todos los gritos del mundo se concentraron en las gargantas de los tripulantes.
Abelardo quedó tendido en el suelo, sudando mares de lágrimas por todo el cuerpo salado, puso debajo de él el globo metálico y las flores tratando de darles la última protección ante la incertidumbre. El silencio nuevamente sucumbió dentro del bus, las sombras extrañas comenzaron a extinguirse y con ello la claridad fue llegando, lentamente, a cuentagotas, cada una de las tinieblas se diluían en la densidad de la luz. La visualización del ambiente pronto fue posible y el panorama que se descubrió tras la llegada de la luminiscencia era tanto o más aterrador que la experiencia antes vivida; cuerpos regados, personas desaparecidas, sangre a borbotones, rostros desfigurados, organismos cercenados, pedazos de piel acoplados a las ventanas. Abelardo, antes mustio frente al espectáculo sintió curiosidad al tratar de adivinar el modo cómo alguien asiendo el brazo derecho al pasamanos del techo había logrado agarrarse de tal modo que se mantenía aun aprisionando el tubo metálico aunque había pedido el resto del cuerpo.
Sánchez Natividad volvió a su asiento, limpió la sangre sobre él y se afirmó apacible ante la noticia de que ya todo había pasado; miró al chofer encorvado frente al volante, se acercó a él, le tocó la espalda y el conductor dando un lento giro de cabeza lo observó con enormes ojos enrojecidos y abriendo la boca le mostró sus largos colmillos sangrantes.
La luz nuevamente se apagó.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Dulces sueños

Desde la montaña de chocolate, desciendes esparciendo almendras, llegas a un descanso de almíbar y te subes a la balsa de galleta, chapoteas luego dentro de él mientras te rodean peces de durazno partidos en dos.

Te secas al sol de la mañana y juegas revoloteándote sobre caramelos. Desayunas empalagosos trozos de esperanza pasando sin tragar sus incrustaciones de tiempo, saboreas un endulzado corazón trozando sus partes para guardarlos por si hace falta.

Más tarde trepas a un árbol de leche condensada para coger los frutos del mañana, te sientas en la copa para observar las nubes de algodón. Bajas de un brinco y caes sobre jugosas almohadas.

Se hace tarde y regresas a la cima chocolatada, llevas contigo frutas confitadas, miras el horizonte pensando en mañana y te duermes nuevamente para soñar con tus tardes saldas.

viernes, 6 de febrero de 2009

Corriente alterna

El de bata blanca se le quedó mirando, con sus ojos chiquitos lo recorrió todo, comenzó por el iris y terminó en sus pupilas, lo examinó, dio dos pasos al frente y le mostró la credencial que pendía de su pecho: Dr. Gregorio Shneiddeberg Castro, Psicoanalista. No lo conocía, no tenía cita ni mucho menos para pagarle la consulta pero Abelardo dejó que se sentara a su lado.

El Phd sacó un papel membretado y sobre él hizo un garabato ininteligible, se lo pasó al ocasional paciente. Abelardo lo cogió y comenzó a llorar.

Pasó su mano sobre su cabeza, lo arrastró a su pecho y lo dejó llorar.

Con una mano le acarició la mejilla y con la otra le metió un cocacho.

Ambos se colocaron sus lentes y comenzó la retórica: 

- Demencia crónica por depresión o tal vez sea depresión crónica por demencia… interesante.

- Doctor, a mi burro, a mi burro le duele la cabeza y el médico le ha dado un vaso de cerveza.

- Interesante. Veo en tu alma que la cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar. 

Pasó frente a ellos el cobrador. Abelardo y el Doctor dijeron al unísono: 

- Buenos días su señoría mata tiru tiru la.

- ¿Arroz con leche?

- No. 

Se fue. 

- Doctor, me quiero casar con una señorita de Portugal.

- ¿Seguro?

- No, de Canto Grande

- ¿Ya jugaste en el bosque mientras el lobo está, el lobo está…? 

El cobrador regresó e interrumpió al médico: 

- ¿Lobo qué estás haciendo?

- ¡Estoy preparando mi tesis! Es sobre demencia crónica por depresión o tal vez sea depresión crónica por demencia… interesante. 

Se fue. 

- Si doctor, ya jugué en el bosque con el conejo de Alicia.

- ¿Y ya dejó que salga el sol, que salga la luna?

- Será el sereno.

- S-e-r-e-n-o – apuntó. 

Alguien cerca abrió un taper. Abelardo y el Doctor miraron. 

- Doctor, quiero ser como ese tallarín que se mueve por aquí, que se mueve por allá.

- Te lo dije, demencia crónica por depresión o tal vez sea depresión crónica por demencia… interesante.

- Es que se ha muerto mi burro y con la cola dice adiós adiós perico.

- Recuerde entonces criar muñecos.

- Pero es que Pin Pon es un muñeco travieso y juguetón.

- Pero se lava la carita con agua y con jabón.

- Chanfle.

- Recontrachanfle. No, Shrek, si, si, si, Shrek y la galleta de jengibre. 

El Doctor Shneiddeberg apuntó algo en una hoja y se lo deslizó a Abelardo, decía: LLÁMALA. 

- No tengo su número.

- Caramba muchacho pero el telefonito es una necesidad.

- Palabras, palabras y más palabras.

- Yo he estudiado joven, no soy bla, bla, bla. Pues llame a algún amigo.

- No se puede, a Pulgarcito lo invitaron a dar un vue vue vuelo en un avión.

- La misma historia de siempre, supongo que la gaso li li lina se acabó.

- Olé olé.

- Bueno, hábleme de la muchachita de la mochila azul.

- Vive en Canto Grande y el patio de su casa es particular.

- Confirmado, demencia crónica por depresión o tal vez sea depresión crónica por demencia… interesante. 

Pasó el cobrador por última vez, miró a Abelardo, se mofó y le dio un palmetazo: 

- ¡Encantado! – Abelardo se quedó estático. 

Se fue por última vez. 

- ¡Lo tengo! ya se como curar la demencia crónica por depresión o tal vez sea depresión crónica por demencia… interesante. 

Se puso de pie, Se acercó a Abelardo, esperó que el bus se detenga. 

- ¡Desencantado! - Comenzó a correr y se bajó del bus dando trancazos. 

Abelardo se curó de la demencia crónica por depresión o tal vez de la depresión crónica por demencia. Será el sereno.

jueves, 5 de febrero de 2009

Torrencial

Abelardo tenía los pies mojados, no lo hubiera notado si esa bocanada de aire frío no ingresaba por la ventanilla del bus, sintió congelarse de pronto, miró al suelo y estaba hundido hasta los tobillos, se volteó para ver a los demás pasajeros y todos estaban montados sobre sus asientos sin chistar.

Cada vez que alguna de las puertas del bus se abría disminuía el caudal, se escapaban chorros líquidos y se desparramaban sobre la pista, sobre la vereda, sobre las extremidades de los que subían, nadie parecía notarlo, entraban salpicándolo todo y ocupaban algún lugar vacío, abrían el periódico o cerraban los ojos tratando de echarse una siesta hasta su paradero final.

Hubo un largo trecho sin abrir las puertas, un embotellamiento impedía que la 12 pueda avanzar, el bus se quedó impávido sin poder moverse, ni un centímetro. Por esos varios minutos las aguas comenzaron a trepar, no tenían por dónde salir; Abelardo, aterrado, se subió sobre su butaca y desde ahí veía como el nivel del líquido comenzaba a ascender,  veía también como nadie se incomodaba por lo sucedido, todos estaban mojados más allá de las pantorrillas, casi hasta el vértice que se frunce detrás de las rodillas.

Pronto el bus logró avanzar y a unas pocas cuadras descendieron dos pasajeros, las portezuelas metálicas se separaron haciendo un feo ruido por la fuerza que les impedía abrirse, todos al unísono voltearon la mirada pensando que había sucedido algún accidente, luego, al ver que nada estaba roto continuaron con sus rutinas. El elemento acuoso resbaló estrepitoso hasta casi descargarse por completo, cuando las puertas volvieron a cerrarse el bus se volvió a llenar.

Nadie a bordo parecía darse cuenta de lo que sucedía, Abelardo miró hacia la avenida y todo estaba seco, levantó la cabeza y no vio goteros, todo ocurría dentro y no habían visos aparentes del motivo del aguacero. Aquel incidente le causaba turbación, se bajó de su asiento y se sumergió otra vez hasta el tobillo; dentro de ese pantano cristalino, helado, caminó hacia el chofer intentando preguntarle algo. Antes de llegar hacia el conductor una imagen sobre el retrovisor llamó su atención, fijó la mirada y descubrió su rostro sobre el espejo, además de que todo era por culpa de él mismo.

De sus ojos manaban cantidades descomunales de lágrimas, sus dos nichos visuales parecían cuencas de las que brotaban cataratas, galones de lágrimas salían expulsados a borbotones regándolo todo; con ambas manos se cubrió el rostro tratando de contener aquel torrente lacrimógeno pero con la vista obstruida no podía darse cuenta si se había detenido la precipitación. Observó nuevamente su reflejo en el espejo y todo seguía igual, chisgueteaba aún una abrumadora cuantía de humores acuosos y salados. Abelardo probó su llanto y era real, caminó de espaldas hasta su asiento y se dejó caer sobre él, descubrió que estaba llorando y nadie lo había notado, había pasado desapercibido por toda la humanidad contenida en la 12 del mismo modo como no podían advertir las estrellas a la luz del día, se resignó, recogió ambos pies sobre su asiento, escondió la cabeza entre las rodillas, dio un suspiro y comenzó a gemir largamente, ininterrumpidamente, estaba triste porque él tampoco se había dado cuenta de aquel llanto que comenzaba a amenazar con ahogarlo dentro del bus.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La muralla verde

Tenía el mejor atuendo de todos, pasaba bien por algún honorable hombre de negocios que ha consumido toda la gasolina de una cuatro por cuatro a su nombre y decidió subirse a la 12 para rozarse con la gente que no sabía la buena suerte con la que contaba. Parecía un honorable hombre y vaya que lo era.

Abrió su portafolio de cuero auténtico y extrajo de él dos paquetes de incienso y aperturó su garganta tratando de hacer un honorable discurso de negocios: 

“Chinazo, dama, caballero, niño que me escuchas y crees en los ovnis, tú abuelito bastonero que aún no has visto nada y sólo te preguntas en qué momento se jodió el Perú, he venido a mostrarles la llegada de los extraterrestres violadores, porque los he visto merodeando en mi habitación y me han contado que ya le arruinaron las posaderas al mismísimo diablo… imagínense lo que harán con nosotros si nos cogen desprevenidos ¡sálvate! ¡cómprame incienso! Tengo de tres aromas diferentes, uno de lavanda que huele a limón, otro moderno de patchouly índiga que parece sativa y el no menos espectacular de cigarro mentolado, ¡cómprame incienso y sálvate de los extraterrestres violadores, si no lo haces serás un paramecio descerebrado toda tu vida, involucionado maldito”

El honorable hombre que trataba de hacer negocios se acercó a Abelardo y depositó dos paquetes sobre sus manos, había sido el único que no se había reído de él, lo vio inmaculado y quiso salvarlo de ser abducido por los extraterrestres violadores.

“Señores, vean con sus propios ojos lo que hace la fe, este hombre cree en mi y yo creo en él, le he regalado su incienso y a ti te los vendo, seremos sólo dos humanos los que nos salvaremos y luego, los vamos a gobernar y los obligaremos a recuperar el Huascar. ¡Viva Piérola! Pero antes de que se les sulfate el cerebro vengo también a proponerles que me compren el último cassette de los Enanitos Verdes que por algo tienen a Marciano en sus filas, no es juego, no es broma, no sean tarados, me están llegando todos al mazo. Con la venia del señor conductor de este vehículo transportador de pasajeros pondré la música en aquel aparato reproductor que está cerca de la palanca de cambios, y así se enterarán de una vez que este no es un bus, en realidad es una nave espacial camuflada porque cuando yo la vi, supe lo que en realidad era y he subido a decirles la verdad y a escuchar la música celestial”

A las malas y a empellones, el honorable hombre que daba pocos honorables discursos de negocios trataba de colocar el cassette por el lado B. Cuando descubrió que no lo lograría aperturó nuevamente su garganta y se puso a gritar:

“E S T O Y P A R A D O S O B R E L A M U R A L L A Q U E D I V I D E T O D O L O Q U E F U E D E L O Q U E S E R A”

El chofer hizo rechinar las llantas de la 12 sobre el asfalto con una frenada en seco que aplastó al honorable hombre sobre el piso y sobre él cinco personas más, el ennegrecido chofer se puso de pie y ayudó a levantarse a los cinco inocentes sorprendidos y cuando descargó la monta de gente sobre el honorable hombre de negocios, lo cogió del cuello y lo llevó hasta la puerta con la firme disposición de sacarlo volando. En un honorable intento de defensa, el honorable hombre de negocios le pinchó los ojos al conductor y se liberó, llegó hasta donde Abelardo y lo abrazó, lo apretó de tal modo que casi le arruina las flores y le desinfla el globo metálico, el diminuto cobrador lo jalaba de los pies, el chofer del portafolio y Abelardo no hacía otra cosa que agarrarse de si mismo y del asiento para que no lo saquen del bus junto al honorable hombre de negocios. “sálvame de estos energúmenos idiotas que ven molinos de viento cuando son gigantes, libérame de este entuerto Sancho, no me sueltes que yo te llevaré donde tu damisela y te regalaré una ínsula para que la gobiernes con toda tu sabiduría junto a tu dulcinea, vamos Quijote, te hago caballero andante, mira que yo soy sólo un instrumento del Dios castigador…” gritó el honorable hombre de negocios. 

Abelardo dejó de sentir la presión del abrazo y los tripulantes de la nave espacial lograron echar fuera al honorable salvador del planeta, cuando lo vieron flotando en el espacio le lanzaron una maldición con sus varitas mágicas, le apuntaron a los ojos y le dispararon dos rayos desintegradores, lo dejaron ciego y le soltaron al ruedo tres Tiranosaurios. El honorable hombre intergaláctico chilló que volverá.

Abelardo se le quedó mirando por la ventanilla atesorando los paquetes de incienso tanto como sus flores y el globo, sabía, por aquel mensaje divino e inspirador, que el honorable hombre – Dios, de verdad volverá.

jueves, 29 de enero de 2009

Bájate

El controlador de turno fustigaba a Abelardo exigiéndole le muestre el boleto para constatar que había pagado su pasaje. 

-No hijo, si no tienes boleto o pagas o te bajas.

-Pero yo he pagado ni bien subí, desde el paradero inicial.

-Negro, para el bus, el niño no encuentra su boleto, se va a bajar.

-Si, baja nomás, caballero, y no salgas con que desde el principio estás aquí que ni me acuerdo de tu cacharro.

-No pues, les juro que tenía el boleto en el bolsillo, déjenme buscar bien. 

Desde los últimos asientos comenzó a ascender un rumor a protesta y se detuvo en los oídos de Abelardo. 

-Bájate oye, estamos apurados.

-Sí, bájate de una vez.

-Pero un momento pues señores, yo he subido en el paradero inicial, estoy yendo a entregar estas flores y el…

-No nos queremos enterar.

- O te bajas o te bajamos.

 La consternada turba, sintiendo que el tiempo transcurría en vano, comenzó a empujarlo hacia la puerta, uno tras otro, todos juntos. Abelardo se aferraba a su puesto, no quería avanzar, se mantenía impertérrito sobre sus pies. El rumor se había convertido en una sola voz: bájate, bájate, bájate. Él no quería.

Los rostros que lo incriminaban no le retiraban la mirada, seguían incitándolo de mala forma a que descienda de la 12. Incorregible, Abelardo seguía prendido de su ubicación.

El sonido de las voces era una constante estridencia cada vez que sonaba un nuevo bájate, los demonios de Abelardo comenzaron a apoderarse del entorno. Todos estaban en su contra, hasta las flores le decían que se baje, el globo metálico le decía que se baje, la nonagenaria ciega le pedía que se baje, el recién nacido en los brazos de su madre le imploraba que se baje, la novia a punto de casarse le exigía que se baje, los ojos del amor de su vida le rogaban que se baje, Dios le demandaba que se baje.

Ante la presión inmensa de la estratósfera sobre sus sentidos, Abelardo deslizó sus dedos por el bolsillo, extrajo sus últimas monedas y las colocó en las liliputienses manos del cobrador, no se iba a bajar. Sabiéndose menesteroso se sentó nuevamente, y por primera vez supo que su viaje se convertía en una travesía peligrosa, cerró los ojos para impedir la inminente fuga de sus lágrimas, pensó en el bello rostro de Alicia, en su voz inconfundible y única, en su mirada fija y penetrante, en su alma desbordante, en sus escolásticas manos. Abelardo se sumió en los fuertes latidos de su corazón incentivando cada sístole, suspiró profundamente, se concibió solitario pero fuerte, miró el camino de frente, recordó su misión y lleno de incertidumbre siguió el derrotero inicial acompañado de la minúscula esperanza de ser amado y amar aún más a Alicia, hasta el paradero final.

miércoles, 28 de enero de 2009

El paquete

Un estrepitoso sonido llegó precedido por el culebreo infernal de la 12, que a duras penas y con un neumático reventado logró orillarse al filo de la vereda. Una veintena de asustados fue el resultado del incidente, ningún herido.
Mientras se preparaban para hacer la reparación de ley, descendieron 17 pasajeros y dos tripulantes, menos Abelardo, él se quedó en su lugar pensando que a esa hora sería imposible hacer trasbordo y resultaría mejor idea esperar a que todo se solucione y pueda retomar el viaje, dos minutos después abordó una chica con evidente distracción, exhibía en sus pupilas que no tenía idea que el bus estaba malogrado. Se sentó detrás de Abelardo.
El retrovisor se enfocaba sobre el rostro de la nueva acompañante desde la perspectiva de Mr. Sánchez, era bonita, cabello lacio no muy largo y con un delatador tinte marrón sobre él, ojos alargados por los costados, pómulos firmes, labios gruesos y un semblante entre preocupado y distraído, definitivamente aún no descubría que la 12 estaba siendo reparada, era momento de que alguien se lo hiciera saber y el único disponible para eso era él.

- Disculpa, pero el bus tiene una llanta reventada y parece que va a tardar un poco en que la arreglen (su intención era ser amable).
- ¿En serio? Pucha, voy a llegar tarde al trabajo (llevaba puesto un pantalón azul sin pliegues, una blusa blanca cuyo único adorno era un par de líneas de tela cosidas sobre el cuello, uno naranja y otro del mismo color que la prenda inferior y sobre la solapa una inscripción que permitía leer BCP).
- Que lástima, pero si tomas otro bus podrías intentar llegar a tiempo (su única intención era ser amable).
- Pero todos están llenos, repletos, no se puede ni respirar ahí dentro, debí darme cuenta que algo andaba mal con esta unidad al verla vacía (el tono de su voz delataba culpabilidad por el error, luego comenzó a manipular su gafete y a mirarlo fijamente, daba la impresión de estar cavilando sobre la decisión que debía tomar).
- Por eso mismo es que me he quedado acá, prefiero esperar (realmente su única intención era ser amable).
- Creo que eso mismo haré, ya somos dos, después de todo creo que llegaré tarde al banco, mi nombre es Gabriela (estiró la mano para confraternizar el saludo y hacerlo oficial, él le respondió pronunciando su nombre y sintiendo sus dedos).
- Abelardo, Abelardo Sánchez.
- Gabriela, Gabriela Hernández. Que lindas flores, debes estar enamoradísimo, ya nadie hace eso (se podía percibir en sus palabras un tufillo a emoción, su sentimiento era sincero).
- Bueno, sí, las llevo conmigo para facilitar las cosas a la hora de declararme, hoy voy a contárselo todo a Alicia, así se llama ella, espero quitarle el sueño después de eso (Abelardo no sabía como esconder la verdad y antes de que se diera cuenta prefirió sacarla a la luz).
- Aún no he conocido a la persona que me logre quitar el sueño y creo que nunca se va a aparecer, la verdad es que no quiero saber nada con el amor, me parece demasiado, digamos, complicada toda esa situación (Gabriela temía entrar en terreno desconocido, sentía que su trabajo era lo más importante y no necesitaba distracciones, ella sólo quería salir adelante, hacerlo todo bien y una llanta malograda le estaba arruinando los planes).
- Es verdad, pero sin amor no se puede vivir, no sólo de pan vive el hombre… y la mujer (lo dijo mirando fijamente el reflejo de Gabriela sobre el globo metálico).
- Yo no estoy tan segura de eso, mis padres tienen problemas y mis amigas siempre terminan llorando por culpa de alguien, yo no deseo pasar por eso… ¡mira, un bus casi vacío, es otra 12, vamos! (cortó bruscamente la conversación y dio un brinco hacia la calle, corrió hacia el otro carro, Abelardo no reaccionó, se volvió a quedar en su lugar, se despidió imaginariamente de Gabriela, ella volvió).
- ¿Qué pasó? era tu oportunidad ¿por qué no subiste? (incrédulo y curioso, trataba de seguir siendo amable).
- No se (a punto de subir al nuevo bus, a centímetros de la puerta, a segundos de partir, Gabriela se arrepintió; una novísima nostalgia la hizo regresar) ¿Por qué no bajaste conmigo? (preguntó para evadir su responsabilidad por haber regresado).
- Por la misma razón que te di al principio, prefiero esperar a que arreglen la llanta, no deben tardar mucho (esperar se había vuelto su especialidad y ser amable también).
- Me preocupa llegar tarde, aunque es peor no llegar, creo que voy a tener que tomar un taxi, así que fue un gusto, espero que te salgan bien las cosas y seas feliz (no parecía ser sincera su última expresión, el deseo de felicidad sí, pero sólo eso. Bajó nuevamente y unos minutos luego nuevamente subió).
- ¿Y ahora?
- Creo que no puedo irme.
- ¿Te olvidaste de algo, te falta algo?
- Simplemente creo que no puedo irme.
- ¿Te sientes bien? Te noto un poco pálida.
- No, no estoy bien, creo que no puedo irme.
­- Vamos, cuéntame, me preocupa tu tono de voz.
- No es necesario, me da un poco de vergüenza, todo gira alrededor del hecho de que no puedo irme, no sin esas flores y el globo que tienes (eso asustó a Abelardo y se aferró a su carga).
- ¿Es una broma verdad?
- No, no lo es, necesito no poder dormir hoy, necesito que me quites el sueño, necesito un regalo tuyo, necesito que bajes conmigo y nos vayamos juntos.
- Yo no puedo hacer eso, lo siento.
- ¿Y si encontrara algo que yo te pueda dar? Yo estoy segura de encontrar algo que puede hacer que tú me entregues las flores y el globo metálico.
- No me imagino que puede ser, pero dudo que eso suceda (Abelardo estaba perdiendo la amabilidad).
- Espérame un minuto (Gabriela nuevamente descendió apresurada y con el alma llena de ilusión, entró raudamente a una bodega y salió de ahí con un paquete celeste).
- ¿Qué traes ahí?
- Es lo que te prometí, toma, ábrelo.
­- Esto es demasiado extraño para mi, yo tengo aquí una misión y parte de ella es llegar a mi destino con estos regalos.
- Por favor.
­- Siéntate un momento, respira profundo y piensa bien lo que estás haciendo.
- Por favor.
- No puedo, lo siento, estas flores y este globo tienen dueña.
- Por favor.
- No (la amabilidad se terminó).
- Ok, no puedo hacer más, será mejor que me vaya, adiós.

Dicho esto último Gabriela salió fugazmente escondiendo su rostro, tal vez para no dejar ver sus lágrimas, Abelardo sólo acertó a tomar asiento en la parte posterior y esperar a que la 12 vuelva a echarse a andar, la mirada perdida sobre el pavimento se disipaba en la última imagen de la muchacha.
Al rato el bus comenzó a rodar, lentamente. Abelardo seguía con la mirada pegada al asfalto, algunas cuadras más adelante vio una muñeca vestida de rojo sobre el piso, cerca de ella, un destrozado paquete celeste.

martes, 27 de enero de 2009

Epístolas de Abelardo

Si hay una mujer que ama incondicionalmente a Abelardo es su mamá y Abelardo ama a su mami con las mismas pocas condiciones con que ella le profiere esos espasmos de amor, ella sabe como inocularle el virus afectivo que a veces lo carcome como dengue. A 200 kilómetros de distancia la madre de nuestro pasajero ilustre se las ingenia para hacerle saber que se preocupa por él, justamente en este momento Abelardo se dispone a leer la última carta que la señora Dora le ha enviado.

Querido hijito:

Espero que no te hayas olvidado de recoger tu encomienda en la agencia América, te hago un recuento de las cosas que te he mandado por si alguien se atrevió a revisarla, que no te pase como a tu amigo Magno que le mandaron 100 soles dentro de un periódico y sólo llegaron 12 soles con cincuenta, como quien le deja algo para su pasaje, bueno, te he mandado una caja con leche en tarro, tres tarros azules y uno rojo, para que no te descalcifiques, cinco paquetes de galleta soda Field, una bolsa de caramelos de limón por si se te ocurre coger la mala costumbre de fumar, no me vas a decir que no porque he encontrado una caja de fósforo en un bolsillo cuando lavé tus pantalones, calzoncillos y medias; tienes también media docena de huevos, diez panes con mantequilla, un pote de manjar blanco, un cortaúñas nuevo para que no se te quede impregnada la mugre, dos Kolynos para que lo uses tres veces al día, cuatro rollos de papel higiénico y no te voy a decir para que los vas a usar, una botella de leche de magnesia Phillips, tres sobres de Kanú, dos kilos de arroz, un kilo de papas, tres tomates, un atado de cebolla y 50 soles dentro de un par de medias nuevas.

Por favor hijito, tienes que estudiar mucho para que seas un gran médico, no estés saliendo los fines de semana y si sigues pensando en la muchachita esta, Alicia, me parece que haces muy bien, es una niña de su casa, muy linda ella y recatada, pero no te estés gastando tu platita en ella porque recuerda que debes aprender a ahorrar.

Cuídate mucho hijo, aliméntate y báñate todos los días.

Tu mami que te quiere mucho.

Un par de lágrimas asomaron en el rostro de Abelardo, quien sacó la billetera donde guardaba la fotografía de su mamá y se quedó contemplándola; luego pidió prestado un lapicero al chofer de la 12 y se puso a redactar una escueta carta de respuesta dado que no era muy sencillo escribir entre tanto bache.

Querida mami:

No me olvidé de recoger la encomienda pero te comento que tuve algunos inconvenientes, antes déjame decirte que a Magno si le llegaron los 100 soles pero dijo que no para que le mandaran más, abrí la leche en tarro y se me olvidó meterlas en la refri, pero no te preocupes, que sobrado hago yogurt con lo que se pueda salvar, ¿las galletas estaban buenas cuando las mandaste? No importa, se puede hacer papa a la huancaína con lo que queda y la leche rescatada de los otros tarros que también abrí.

Mamá, te juro que no fumo, la caja de fósforos era para jugar con cuetecillos y ya deja de revisar mis bolsillos, un día voy a poner una ratonera ahí adentro (bromita), los huevos llegaron aplastados, pero no importa porque se puede hacer tortilla, sólo hay que tener cuidado de sacar todo el cascarón; los panes con mantequilla los voy a llevar a la universidad uno cada día, aunque pensé que dentro de diez días el último va a estar duro, por eso voy a llevar primero el último (otra bromita), el manjar blanco se lo llevaron las hormigas porque llegó destapado y no me di cuenta, el cortaúñas sirve, aunque como he perdido la tijera me las tengo que arreglar con él, gracias. El Kolynos ha salido medio bambeado, creo que son de contrabando, así que lo usaré con cuidado cada vez que me acuerde, felizmente no escribiste cómo usar el papel higiénico, pero le voy a dar el uso que se merece, la leche de magnesia si me pareció una exageración. Una pregunta ¿no había Kiribá de manzana en vez de kanú? Es que a mi la naranja ya me está cansando. Con respecto al arroz, la papa, el tomate y la cebolla te lo agradezco mucho, es hora de que aprenda a preparar lomo saltado sin lomo y los 50 soles me caen a pelo pero no puedes mandarme alguito más, mira que te lo pido bonito y no te miento como lo hace mi amigo Magno, ¿o prefieres que me invente algo para hacerte creer que no tengo? Ya pues, no te olvides, para la próxima semana ¿si?

Mami, estoy estudiando mucho aunque la biología no es mi fuerte, ya sabes a mi me gusta el periodismo pero ya estoy subido sobre el caballo y a cabalgar nomás caballero. No estoy saliendo los fines de semana, tampoco me he encontrado con Omar, Magno, el loco Christian ni piripichei, no, a ellos no los he visto ni te mandan saludos; además que Lima es una ciudad muy cara, todo cuesta y nadie fía, ni te presta dinero.

Con respecto a Alicia todo va como te conté cuando hablamos por teléfono, voy a ir a buscarla para decirle que quiero estar con ella, tú sabes que la quiero mucho y estoy enamorado de ella como te conté el otro día pues; y no, no me estoy gastando la plata con ella mamá, después no vaya a ser que no te guste Alicia y la canción criolla con cajón eléctrico.

¿Ahorrar? Ufffffffff, por ahora es muy difícil, pero si me mandas un poquito más de lo que me dejaste en la media, seguro aprenderé rápido.

Tu hijo que te extraña mucho.

De seguro otro par de lágrimas brotarán de los ojos de la señora Dora cuando lea la carta de su hijo y se dispondrá a escribir de inmediato la respuesta para no sentirse lejos de él. Mientras, Abelardo pensaba en cómo diablos iba a hacer para poder enviarla si le cobran 5 soles y con las justas le sobra para su pasaje de regreso luego de visitar a Alicia ¡si el globo metálico y las flores costaron una fortuna! ¡38 benditos soles! Y lo que es peor ¡por qué uno tiene que bañarse todos los días!

jueves, 22 de enero de 2009

Casi

Abelardo se había quedado dormido sin dejar de aferrase a sus pertrechos románticos, un sacudón lo sacó del sueño, una joven mujer lo estaba zarandeando mientras le decía cosas que él, por el letargo, no podía entender. “¿me puedes dar tu asiento?” preguntó la desconocida con total descaro, Abelardo accedió sin terciar palabra.

La mirada de la muchacha era fuerte y ponía incómodo a Abelardo, no le decía nada, solamente se le quedaba mirando por largos momentos y únicamente desviaba la vista cuando la 12 se detenía bruscamente, luego volvía a la rutina de observarlo detenidamente. Minutos más tarde el pasajero de al lado descendió del bus dejando libre el asiento, ella lo invitó a su lado.

Abelardo dudó por un momento, ella lo intimidaba un poco pero le causaba curiosidad saber la identidad de la chica misteriosa que se había dado la tarea de no perderlo de vista, finalmente tras un suspiro escondido se sentó a su lado, ella le sonrió.

“Hola, me llamo Yanil, acabo de llegar de Nueva York porque comienzan mis clases en la universidad, me fui a trabajar por el verano” La contundencia de su presentación impresionó a Abelardo y lo envolvió en un aura de confianza, sabía que no había nada que temer, que tal vez sería una conversación placentera y le alegraría el viaje. “yo soy Abelardo, mucho gusto, acabo de llegar de mi casa porque me tenía que subir a este bus, me voy hasta Canto Grande a trabajar por el futuro” Yanil no entendió nada y tampoco le importó, aunque luego reconoció que esa exposición le pareció agradable y graciosa.

Comenzaron a conversar sobre las cosas que hacían, lo que les gustaba, lo que más sabían, hablaron sobre el problema de la educación en el país, sobre lo terriblemente mal preparados que estaban los maestros y también sobre cosas mundanas y temas sin importancia, comentaron la última película que vieron y la última canción que escucharon, ella le contaba las mil aventuras que había vivido en el extranjero y él encaminaba la conversación hacia cualquier otro tema hasta que lo interrumpió el comentario que se encargaría de romper el débil hielo que aún existía entre ellos: “¿y esas flores? Ya se, no me digas, te levantaste hoy en la mañana con la certeza de que conocerías al amor de tu vida en un bus y compraste las flores y el globo para no perder el tiempo y confirmar lo que soñaste anoche… y mira pues como son las coincidencias, yo debo haber tenido el mismo sueño, porque acabo de conocerlo” Abelardo quedó pasmado, atónito ante la mirada profunda de Yanil y esa gran sonrisa que le embellecía aún más el rostro, no supo que alegar y prefirió evadir la responsabilidad de tener que responder con alguna palabra sensata o un acto adecuado, sólo atinó a cerrar los ojos mientras negaba lo que estaba sucediendo y que ella pronto bajaría y se acabaría el bochornoso suceso.

Con los ojos cerrados y aferrándose a la imagen del rostro de Alicia, Abelardo soltó una frase que terminó siendo interrumpida: “deberías hacer algo con esa imaginación tuya…” no pudo continuar porque Yanil le tapó la boca con la suya, él le correspondió el beso mientras una sensación de amnesia se apoderaba de sus sentidos y olvidaba el motivo por el cual se había subido al bus. Lo único que recordaba era la frase premonitoria de la chica desconocida que se aferraba a él como si fuera el hombre que siempre quiso y ahora temía dejar ir.

A ella se le notaba feliz, revoloteaba por el pasillo haciendo maniobras acrobáticas mientras le contaba a cada uno de los pasajeros que se había enamorado y que estaba dispuesta a llegar al matrimonio con Abelardo “porque es el hombre que me ha hecho la mujer más dichosa sobre este bus”, cantaba sin pedir nada a cambio e invitaba a todos a su feliz boda con partes matrimoniales confeccionadas por ella misma. Saltaba sobre los asientos, se colgaba de las barandas, sacaba el rostro por la ventana y mientras el viento jugaba con su corta cabellera gritaba a todo pulmón la alegría que la embargaba. Dando brincos llegó hasta el chofer y le sonruió mientras le rogaba que se desviase del camino hacia la iglesia más cercana para finiquitar su sueño y patentarlo ante Dios, luego, ensayando una danza nupcial, se volvió hacia Abelardo y lo invitó a bailar, él accedió a regañadientes.

La idea no lo atormentaba, hasta le parecía buena, casarse de una vez, tener hijos, formar una familia, después de todo Yanil parecía una buena mujer, era encantadora, linda, culta y estaba en muy buena forma, le parecía desesperadamente tierno lo que ella estaba haciendo y decidió compartirlo por un momento y no fue tan incómodo como pensaba. Aunque no se atrevía a revolotear por todo el autobus, se deleitaba con la idea de lo que podría suceder luego.

La 12 estaba a unas cuadras de la iglesia y los pasajeros ya adornaban el pasillo con lo que traían encima, cuando ensayaban el coro nupcial el bus se vio obligado a hacer una parada; un policía lo detuvo porque le pareció fuera de lugar lo que estaba sucediendo dentro, nunca antes en toda su carrera de subalterno había visto una ruta comercial llenarse de colores y luz a medida que iba avanzando.

El tema no le importó a Abelardo, creyó que era pura rutina y pronto pasaría, el resto de pasajeros tomó asiento denotando una profunda preocupación y cada uno de ellos parecía lamentar lo sucedido por el cariz diferente que este evento le daría a las cosas.

El Sub Oficial de Primera subió por la puerta delantera y lo primero que observó fue el rostro de Yanil y Yanil el del sub oficial, con un gesto prepotente mandó callar a todos, todos callaron. El silencio subió, tomó asiento, pagó su pasaje sin protestar, observó a Abelardo y con el dedo índice sobre sus labios le sugirió no decir nada; Abelardo accedió mientras observaba impávido como su amada se arregló el improvisado vestido de novia, cogió las manos enormes del policía y descendió de la 12 sin siquiera despedirse; todos observaron como se montó sobre la patrulla motorizada y segundos después ingresó a la iglesia con Yanil y el guardia sobre ella.

Abelardo Sánchez Natividad se llenó de ira e impotencia, se incorporó de su asiento, dio dos pasos y se ubicó frente a la puerta, bajó tres escalones y estando a punto de salir del bus descubrió nuevamente el ramo de flores y el globo metálico enfundados en su palma derecha, recordó que nunca había dejado de aferrase a ellos, un suspiro antecedió una sonrisa y feliz de la vida se sentó nuevamente como si nada hubiera pasado.

La 12 retomó su camino original y aceleró rumbo a su destino.

miércoles, 21 de enero de 2009

Miradas

Todos los asientos estaban ocupados y la única persona de pie era Abelardo, luego de haber cedido el asiento, tratando de aferrarse a un tubo metálico que resultaba ser su único sustento para no caer cada vez que el bus aceleraba o frenaba de modo brusco y arrebatado.

Mientras mantenía su globo metálico y el ramo de flores, la única mano que le quedaba libre se engrillaba en el pasamanos como tratando de escoltar a un presidiario al destino de su condena. Los malabares que debía realizar obligaban a la concurrencia a escrutarlo detenidamente porque parecía un loco fiel a sus pocas pertenencias mientras deambula denudo a vista y paciencia de los que no lo estaban.

El chofer no podía evitar darle secretas miradas por el retrovisor y de buena gana ensayaba maniobras peligrosas para poner en aprietos mayores a Abelardo, cada pisada del acelerador o del freno eran una fiesta íntima para él, de vez en cuando trazaba una burlona línea sobre su ennegrecido rostro.

El pequeño cobrador también prestaba atención a lo que sucedía, las palabras se le hacían más pequeñas y la recurrencia de su pregón se aletargaba cada vez que con un ojo veía el espectáculo y con el otro revisaba los rostros de quienes aún le debían el pasaje.

Una pareja de esposos, que se encontraba sentada frente a Abelardo, se ponía incómoda cada vez que el cuerpo inestable del portador de los regalos se abalanzaba sobre ambos amenazando con caerle encima. Tanto por las evasivas maniobras evitando precipitarse contra los casados como por la frenética lucha tratando de no soltar sus prendas eran motivos de celo en cada uno de ellos; ella parecía admirarlo por la lucha tratando de mantener intacto el globo metálico y los pétalos de las flores, él parecía odiarlo por dar muestras vivas de que aún se puede ser héroe, de que aún se puede ser detallista, de que aún se regalan flores. Ambos también se miraban a los ojos, ella haciéndole reproche con las pupilas y él pidiéndole clemencia con las córneas.

Desde la línea de asientos posteriores un grupo de escolares parecía estar frente a su maestro de física, la forma como nuestro personaje retaba las leyes gravitacionales era sensacional y una clara muestra que la ley de la inercia existía y se podía demostrar frente a sus ojos; cada vez que el bus se detenía, la velocidad que anteriormente llevaba se aplicaba en el cuerpo de Abelardo apurándolo hacia delante y aplicando tanto la misma línea vectorial del trayecto como la fuerza de empuje ejercida por el movimiento desacelerado continuo, pero discutían el motivo de su permanencia en pie y llegaban a la conclusión de que era por el rozamiento físico de su palma contra la formación tubular de la cual se sostenía y por la fijación de sus pies separados sobre el piso metálico. Este razonamiento académico no evitaba que, como adolescentes fugitivos de las aulas, largas carcajadas burlonas inunden la caja de aluminio que contenía a los pasajeros.

Un anciano de la vieja guardia observaba a Abelardo con nostalgia y se sentía incentivado a pensar que todo tiempo pasado fue mejor y que aún podía tener esperanzas de que la loca juventud descarriada como cerdo poseído por los demonios de Legión, pueda ser exorcizada y encaminar su rumbo antes de caer por el precipicio de la perdición. En tiempos en que ya nadie regala flores había un loco sentimental cerca de sus seniles y cansados ojos devolviéndole la ilusión de que todo tiempo pasado fue mejor y que el romanticismo no ha muerto ni seguirá muriendo.

Otras tantas miradas también escudriñaban a Abelardo, Algunos sentían compasión por el esfuerzo, otros rezaban para que el espectáculo cierre con broche de oro y salga disparado hasta estrellarse contra el parabrisas, unos tantos con deseos de imitarlo en otra ocasión y otros pocos con la enmascarada indiferencia que supuestamente los caracterizaba mientras se mantenían expectantes del desenlace.

Abelardo no tenía oportunidad de observarlos, él se mantenía estoico en su lucha, con los dientes apretados, con los ojos cerrados, con la frente sudorosa, con los pies firmes y con el alma aferrada a una ilusión.

lunes, 19 de enero de 2009

Rescatado

Me alojaste en el lóbulo frontal del olvido
Como la cara oscura de la luna
Anonadada con el otro lado en noche oscura.

Te tengo acuñada entre mis dedos
Como la piel que se renueva y nunca cambia
Tantas noches a oscuras en luna llena.

Turbia mancha se limpia en tu brazo
Mientras el vi enu se ensucia más
Atormentado por inventarme algo nuevo.

Dos pasos se dieron continuos
Uno se quedó un tanto atrás
Creo que volver es una buena forma de llegar.

Shut Down

Pobre iluso, estúpido emocionado, soñador compulsivo, campesino de mares, aventurero desventurado, guerrillero malhadado. ¿Aún sigues empecinado en llegar a tu destino? ¿Aún proteges tu ramo de flores? Soñador indisciplinado, ilusionista inverosímil, ganador improbable, corredor desbocado, aprendiz desaprobado; desciende de ese bus, no tientes tu suerte, no riegues la incertidumbre con esperanzas. Romántico descontinuado, emprendedor aletargado, no toques la sinfonía del amor en el tono de ese melódico descompasado, desciende en la luz roja, detente, vuelve con tu globo metálico, desaparece tu carta de media página, no continúes siendo aquel orador amordazado. Pintor enmarrocado, fondista parapléjico, no me obligues a quitarte el respirador artificial, no estimules la fe de los hombres. Paria impetuoso, activista desafortunado, hidalgo vencido. Escucha mis palabras, te quiero y te ordeno que bajes, soy tu Dios y tú crees en mi.

Pobre iluso, cándido, inocente, incauto, ingenuo, necio, crédulo, candoroso; soñador compulsivo; aventurero desventurado, desdichado, infortunado, menguado, menesteroso, azaroso, funesto; guerrillero malhadado, aciago, perjudicado, nefasto, adverso; soñador indisciplinado, díscolo, insubordinado, desmandado, malmandado, ilusionista inverosímil, imposible, inadmisible, inaudito, absurdo; ganador improbable, imposible, quimérico, inaplicable, irreal; corredor desbocado, frenético extraviado, exasperado, arrebatado; aprendiz desaprobado, censurado, reprochado, tachado. Romántico descontinuado, interrumpido, entorpecido, trabado, salteado; emprendedor aletargado, soñoliento, adormecido, entumecido, narcotizado, enajenado; orador amordazado, silenciado, enmudecido, reprimido. Pintor enmarrocado, aprisionado, atado, inmovilizado; fondista parapléjico, cojo, mutilado, cercenado. Paria impetuoso, impulsivo, vehemente, apasionado, febril, arrebatado; activista desafortunado, desdichado, oprimido, calamitoso, incorrecto; hidalgo vencido, subyugado, sometido, dominado, aniquilado, quebrantado.

No sigas, no seas contrario a la realidad, no cambies lo establecido, no te empecines en creer, no te llenes de esperanzas, no nos contagies de tu alegría, no nos mires a los ojos,  no cambies lo establecido, no nos obligues a viajar contigo.

sábado, 17 de enero de 2009

La modorra

La modorra, bendita modorra, esa misma que no te duerme pero te pone a soñar. Me he mantenido despierto por si habían noticias cercanas de ella, no se, tal vez algún pasajero conocido que sea su amigo y que sepa lo que está haciendo, tal vez una señal en algún letrero publicitario o un mensaje en la radio aunque los locutores sean de Studio 92, tal vez el chofer se me acerque y me diga: hijo, no te preocupes, ella está bien y te espera. Probablemente descanse y entre sueños me pida que la acompañe a su casa, estoy muy cerca y me gustaría estarlo más, tal vez se haya ido con sus amigas de promoción y la está pasando de manera tan fabulosa que no es necesario que le arruine la diversión.

Esta soñolencia me permite meditar subido en nubes motorizadas y caminos de chocolate, no puedo distinguir la realidad de la fantasía, creo escuchar a alguien que dice bendita la coincidencia… bendita sea tu presencia… y casi sueño que yo contesto y logro verla.

La extraño, me gustaría que me acompañe en mi viaje o yo ser su compañía en el que tenga ella, me gustaría que llegue despierta y yo dormirme ahora, me encantaría que no le pase nada y llegue a salvo, me gustaría verla hoy y saborear de su karma, poder mirarla a los ojos y que ella pueda mirar los míos, me gustaría que llegue bien aunque no sea conmigo.

Casi despierto, mejor me recuesto, el viaje es largo, ya habrá tiempo para verla.

jueves, 15 de enero de 2009

Soy lo que hago

En mi incómodo asiento, mientras espero que el tiempo avance y con él se mueva el bus, pienso en mi querida Alicia y todas las cosas que he estado haciendo por ella. El temor a que me diga que no quiere ser mi chica se debe a mi desconfianza en sus conocimientos, ¿sabrá ella que todas las noches deseo que duerma plácidamente aún sin compartir la misma cama? ¿Sabrá que durante las mañanas me despierto dándole los buenos días? ¿Podrá afirmar que pongo todo de mi parte por estar a su lado y que cada vez que me despido lo hago porque no quiero irme? ¿Estará enterada que desesperadamente y con paranoia de banquero ahorro todo lo que me queda para destinarle algún regalo o para poder ir a verla?

Esas cosas no la puedo afirmar ni negar, es por eso que desde el momento en que abordé esta ruta, mi nerviosismo se hizo perenne y mi temor más constante. Pienso en todas las cosas buenas que hago por ella y en la manera como se ha convertido en la razón de mis poemas y considero que por lo menos es de justicia que lo sepa de una buena vez, aunque ella me niegue sus besos.

Soy consciente también que no sólo se trata de ser el tipo lindo y agradable salido de un cuento de hadas, también se debe tener un encanto natural pero ¿sabrá ella que soy como el chocolate, mujer que me prueba se siente enamorada, que puedo hacer bullir el estrógeno, almidonar la pituitaria, endulzar la bilis, alborotar a Falopio, hacer subir la bilirrubina y hasta producirles fotosíntesis?

No me considero un dechado de belleza, pero tampoco soy mal parecido, soy tal vez mal parecido a Brad Pitt pero feo tampoco me considero; no necesito un metro ochenta de estatura, porte atlético, ojos azules ni vellosidad pectoral para gustarle a alguien, me basta con mis ojos marrones oscuros rayando a negros café ralo, mis sesenta y cuatro kilos de peso y mis zapatos taco aguja.

Bruto no soy, puedo mantener el hilo de una conversación por largas horas sin perderme la idea principal, se que 3.1416 es pi y aunque no sepa para que sirve por lo menos se que existe; conozco las capitales de varios países y los nombres de algunas constelaciones, puedo tomar decisiones por mi propia cuenta y destacar en la universidad, no sabré llenar una declaración jurada pero por ella podría jurar que hoy me declaro, no entenderé la covalencia iónica en una reacción química ni el número atómico del Cobalto pero si se que la amo y quiero pasar el resto de mi vida con ella y eso me hace la persona más inteligente sobre la tierra.

Mis ideas no han revolucionado el mundo, tampoco lo han destruido, mis ideales no han desaparecido la pobreza de ningún pueblo pero tampoco han matado de hambre, mis actos no han incrementado la tasa de empleo pero nunca le he quitado el trabajo a nadie, mis sueños no han madurado ni surtido algún efecto positivo en alguien, pero tampoco pienso renunciar a ellos porque mi creencia en una gran revolución, en un lugar sin pobreza ni hambre, con trabajo digno y abundante y con mentes llenas de esperanzas son un aliciente para creer que si es posible un universo perfecto que yo pueda brindarle cuando estemos juntos.

El viaje se ha transformado por estos momentos en una cómoda reflexión a pesar de los temores, aún con la constancia de la incertidumbre, aún se vislumbre un futuro incierto creo en él y lo espero a la vuelta de la esquina, sí, más allá, terminando el siguiente paradero.

miércoles, 14 de enero de 2009

“Pasaje, pasaje”

Desde el saque el cobrador me cuadró con el pasaje, no habíamos avanzado ni media cuadra y ya estaba encima mío tomando precauciones porque sabía que en los paraderos siguientes el bus se llenaría de gente y que no podría siquiera transitar libremente por el pasillo y antes que le hagan el cholito se enfundó lo que me correspondía pagar.

Era sólo un niño, su edad no debía pasar de los 15, su estatura y complexión eran ideales para esos tiempos de empacho de pasajeros que solían experimentar las líneas de transporte público, con facilidad podía movilizarse entre la muchedumbre muy a pesar de estar apretujada; parecía tener el cuerpito lubricado cada vez que se metía entre dos personas, parecía desaparecer y perecer en la asfixia de esos cuerpos acoplados pero de alguna manera aparecía sano y salvo por el otro lado.

Portaba una gorrita roja con la visera hacia atrás y la primera impresión que daba al hacer su trabajo era que la tenía adherida a la cabeza con pegamento porque ni cambiaba de posición ni siquiera un milímetro, era parte de su cuerpo, una extensión de tela que emergía en lo más alto de su ser. Por los costados de la gorra se escabullían retazos de cabellos mal cuidados, erectos, negros, gruesos. A cada giro de cabeza amenazaban con cercenarle un miembro a algún pasajero o clavarse mortalmente en el cuerpo de alguien.

Cuando tenía la oportunidad de hacerle saber al mundo cuál era la ruta por la que transitaba su unidad de pasajeros procuraba que se entere medio Lima y balnearios, una aguda voz salía expulsada de su diminuta cabeza pregonando los diferentes destinos, prometiendo que había sitio al fondo mientras aleteaba por la primera ventana. Esos sonidos afectaban tímpanos humanos y caninos por el ultrasonido que de seguro debía contener. Los chillidos hacían temer que parte de sus cuerdas vocales se desgarrarían en cualquier momento y escupiría trozos nerviosos sobre el asfalto.

El niño cobrador pasó delante mío en varias oportunidades y no se atrevía a volver a cobrarme, mis flores y mi globo metálico lo asustaban, cada vez que volvía a solicitar los pasajes sus ojos negros, profundos, expertos, se tornaban hacia mis pertrechos, los señalaba con una mirada retadora y desafiante, pero no me exigía otra vez el pasaje, algo lo apartaba, algo lo llenaba de horror, era el saber de antemano que yo sería casi su eterno acompañante y se notaba que no me quería cerca.

martes, 13 de enero de 2009

Paradero inicial

La larga avenida promete un largo viaje, el deseo de verla pronto promete perpetuo nerviosismo, la única línea que me lleva a la casa de Alicia Matos promete una bronca descomunal a la hora de subirse a la ruta 12. El paradero en la Avenida La Marina parece la cede central de la ONU, un sin número de rostros variopintos miran de reojo al enemigo gratuito de al lado, aquel que tratará de arrebatarle un asiento para ir cómodamente sentado mientras dure el viaje. Como yo llevaba conmigo un ramo de flores, un globo metálico y una tarjeta, resultaría complicado usar las manos para apartar a quien se ponga delante mío, la mejor estrategia será ir caminando al paradero anterior y medir un poco la concurrencia y como no es mi intención llegar tarde de ningún modo, entonces manos a la obra o como debería sonar mejor: pies al camino.

Al llegar al nuevo paradero me encontré con muchas más personas y por lo tanto muchos más enemigos, lo que me obligó a pensar que lo mismo estaría sucediendo mas atrás y continué con mi plan de arrebatar de modo inteligente y, sin usar la violencia, algún asiento para no sufrir durante el largo viaje.

Sin notarlo (iba ensayando la frase de apertura antes de decirle a Alicia que la amaba), llegué al paradero inicial, la frase en mi cabeza debió haber cambiado tantas veces que al final no tenía ninguna y sólo palabras por montón atropellándose unas a otras, tanto así me mantuve absorto en mis ideas que sin esperarlo estaba frente a un gran grupo de buses de la línea 12 y muchos de ellos se disponían a salir y sin ningún pasajero.

Ya tenía la primera historia que contar a la hora de ver a la señorita Matos, le podría contar que fui el primero en subirme al primer bus que encontré disponible. Me gustó la idea de poder decir que mi camino comenzó desde el principio, observé la hora y la apunté para no perder los detalles. Así fue entonces que comienza mi derrotero hacia el encuentro del amor, desde el paradero inicial.