miércoles, 28 de enero de 2009

El paquete

Un estrepitoso sonido llegó precedido por el culebreo infernal de la 12, que a duras penas y con un neumático reventado logró orillarse al filo de la vereda. Una veintena de asustados fue el resultado del incidente, ningún herido.
Mientras se preparaban para hacer la reparación de ley, descendieron 17 pasajeros y dos tripulantes, menos Abelardo, él se quedó en su lugar pensando que a esa hora sería imposible hacer trasbordo y resultaría mejor idea esperar a que todo se solucione y pueda retomar el viaje, dos minutos después abordó una chica con evidente distracción, exhibía en sus pupilas que no tenía idea que el bus estaba malogrado. Se sentó detrás de Abelardo.
El retrovisor se enfocaba sobre el rostro de la nueva acompañante desde la perspectiva de Mr. Sánchez, era bonita, cabello lacio no muy largo y con un delatador tinte marrón sobre él, ojos alargados por los costados, pómulos firmes, labios gruesos y un semblante entre preocupado y distraído, definitivamente aún no descubría que la 12 estaba siendo reparada, era momento de que alguien se lo hiciera saber y el único disponible para eso era él.

- Disculpa, pero el bus tiene una llanta reventada y parece que va a tardar un poco en que la arreglen (su intención era ser amable).
- ¿En serio? Pucha, voy a llegar tarde al trabajo (llevaba puesto un pantalón azul sin pliegues, una blusa blanca cuyo único adorno era un par de líneas de tela cosidas sobre el cuello, uno naranja y otro del mismo color que la prenda inferior y sobre la solapa una inscripción que permitía leer BCP).
- Que lástima, pero si tomas otro bus podrías intentar llegar a tiempo (su única intención era ser amable).
- Pero todos están llenos, repletos, no se puede ni respirar ahí dentro, debí darme cuenta que algo andaba mal con esta unidad al verla vacía (el tono de su voz delataba culpabilidad por el error, luego comenzó a manipular su gafete y a mirarlo fijamente, daba la impresión de estar cavilando sobre la decisión que debía tomar).
- Por eso mismo es que me he quedado acá, prefiero esperar (realmente su única intención era ser amable).
- Creo que eso mismo haré, ya somos dos, después de todo creo que llegaré tarde al banco, mi nombre es Gabriela (estiró la mano para confraternizar el saludo y hacerlo oficial, él le respondió pronunciando su nombre y sintiendo sus dedos).
- Abelardo, Abelardo Sánchez.
- Gabriela, Gabriela Hernández. Que lindas flores, debes estar enamoradísimo, ya nadie hace eso (se podía percibir en sus palabras un tufillo a emoción, su sentimiento era sincero).
- Bueno, sí, las llevo conmigo para facilitar las cosas a la hora de declararme, hoy voy a contárselo todo a Alicia, así se llama ella, espero quitarle el sueño después de eso (Abelardo no sabía como esconder la verdad y antes de que se diera cuenta prefirió sacarla a la luz).
- Aún no he conocido a la persona que me logre quitar el sueño y creo que nunca se va a aparecer, la verdad es que no quiero saber nada con el amor, me parece demasiado, digamos, complicada toda esa situación (Gabriela temía entrar en terreno desconocido, sentía que su trabajo era lo más importante y no necesitaba distracciones, ella sólo quería salir adelante, hacerlo todo bien y una llanta malograda le estaba arruinando los planes).
- Es verdad, pero sin amor no se puede vivir, no sólo de pan vive el hombre… y la mujer (lo dijo mirando fijamente el reflejo de Gabriela sobre el globo metálico).
- Yo no estoy tan segura de eso, mis padres tienen problemas y mis amigas siempre terminan llorando por culpa de alguien, yo no deseo pasar por eso… ¡mira, un bus casi vacío, es otra 12, vamos! (cortó bruscamente la conversación y dio un brinco hacia la calle, corrió hacia el otro carro, Abelardo no reaccionó, se volvió a quedar en su lugar, se despidió imaginariamente de Gabriela, ella volvió).
- ¿Qué pasó? era tu oportunidad ¿por qué no subiste? (incrédulo y curioso, trataba de seguir siendo amable).
- No se (a punto de subir al nuevo bus, a centímetros de la puerta, a segundos de partir, Gabriela se arrepintió; una novísima nostalgia la hizo regresar) ¿Por qué no bajaste conmigo? (preguntó para evadir su responsabilidad por haber regresado).
- Por la misma razón que te di al principio, prefiero esperar a que arreglen la llanta, no deben tardar mucho (esperar se había vuelto su especialidad y ser amable también).
- Me preocupa llegar tarde, aunque es peor no llegar, creo que voy a tener que tomar un taxi, así que fue un gusto, espero que te salgan bien las cosas y seas feliz (no parecía ser sincera su última expresión, el deseo de felicidad sí, pero sólo eso. Bajó nuevamente y unos minutos luego nuevamente subió).
- ¿Y ahora?
- Creo que no puedo irme.
- ¿Te olvidaste de algo, te falta algo?
- Simplemente creo que no puedo irme.
- ¿Te sientes bien? Te noto un poco pálida.
- No, no estoy bien, creo que no puedo irme.
­- Vamos, cuéntame, me preocupa tu tono de voz.
- No es necesario, me da un poco de vergüenza, todo gira alrededor del hecho de que no puedo irme, no sin esas flores y el globo que tienes (eso asustó a Abelardo y se aferró a su carga).
- ¿Es una broma verdad?
- No, no lo es, necesito no poder dormir hoy, necesito que me quites el sueño, necesito un regalo tuyo, necesito que bajes conmigo y nos vayamos juntos.
- Yo no puedo hacer eso, lo siento.
- ¿Y si encontrara algo que yo te pueda dar? Yo estoy segura de encontrar algo que puede hacer que tú me entregues las flores y el globo metálico.
- No me imagino que puede ser, pero dudo que eso suceda (Abelardo estaba perdiendo la amabilidad).
- Espérame un minuto (Gabriela nuevamente descendió apresurada y con el alma llena de ilusión, entró raudamente a una bodega y salió de ahí con un paquete celeste).
- ¿Qué traes ahí?
- Es lo que te prometí, toma, ábrelo.
­- Esto es demasiado extraño para mi, yo tengo aquí una misión y parte de ella es llegar a mi destino con estos regalos.
- Por favor.
­- Siéntate un momento, respira profundo y piensa bien lo que estás haciendo.
- Por favor.
- No puedo, lo siento, estas flores y este globo tienen dueña.
- Por favor.
- No (la amabilidad se terminó).
- Ok, no puedo hacer más, será mejor que me vaya, adiós.

Dicho esto último Gabriela salió fugazmente escondiendo su rostro, tal vez para no dejar ver sus lágrimas, Abelardo sólo acertó a tomar asiento en la parte posterior y esperar a que la 12 vuelva a echarse a andar, la mirada perdida sobre el pavimento se disipaba en la última imagen de la muchacha.
Al rato el bus comenzó a rodar, lentamente. Abelardo seguía con la mirada pegada al asfalto, algunas cuadras más adelante vio una muñeca vestida de rojo sobre el piso, cerca de ella, un destrozado paquete celeste.

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