martes, 11 de enero de 2011

Bus a la vista

Si cantásemos todos la melodía que suena en el bus, nos seguirían con peluches por toda la avenida, las chicas nos mandarían flores por la ventana, chocolates aguados por el apetecible calor que ellas generan en los bolsillos de sus pantalones, los alaridos se meterían por el tubo de escape, atorando así el conducto vital para que no nos ahoguemos, por lo que terminaríamos soñolientos y transfigurados. Para eso, felizmente uno que otro picón nos lanzaría una piedra acabando con la frágil existencia de las ventanas, eso, sería lo mejor.

Si a viva voz aullamos la letra de la canción que suena en el bus, sonaríamos a banda chichera sin nada que envidiar a las que ya existen, a no ser que envidiemos su marketing, sus bailarinas y su indumentaria sastre a prueba de sudor de sobaco, envidiaríamos también los titulares en los periódicos, ampayados con rubicundas mujeres de fácil andar por los caminos de toda clase de facilidad.

Dentro, nadie se escucharía el uno al otro, por lo que no nos podríamos quejar, la música viene en la misma banda sonora, no hay nada que tocar, a menos que se suba alguien al parachoques y nos comience a gorrear, ahí podríamos darle rienda suelta a las manos, mientras la extrapasajera nos muestra sus bubis para autografiar.

La belleza no sería motivo para envidiar, todos los que habitamos dentro de un bus cada vez que salimos, estamos impregnados choledad en los pómulos, en las manos, en la curvatura de nuestra columna, en las cortas dimensiones de nuestras piernas y, sobre todo, en el cemento de nuestros dientes, igualitos que cualquier cantante chichero, sólo que con menos laca, sin maquillaje, sin dinero y sonrisas poco ensayadas para la foto.

Y fotos habrán, mientras el chofer del bus grita el nombre del próximo paradero (el cobrador ya se fue, con él no es, no le entra a la cochinadita de la fama) todos se esmeran cuando se enteran que los semáforos les toman fotos a los autos que exceden la velocidad permitida. Y este bus ya se fue de largo con tres luces rojas, que también hay fotos para eso.

Al llegar al paradero, llegará la despedida, con la despedida se irá la fama, sin fama, no nos queda otra que ir a trabajar.

Feliz aquel que viaje en el bus de la felicidad, aunque sólo se suba por un momento, pues este año comienza con fuerza y todos van a ser protagonistas y un minuto cibernético, siquiera un minuto de fama tendrán. Bienvenidos.

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